viernes, 9 de diciembre de 2016

ENTREVISTA A: AMANDA CUESTA

Aquí queremos mostrar una entrevista que hemos encontrado a través de la revista “Tendencias del Mercado del Arte”, en el artículo Graffiti. De las calles a las galerías, cuyo autora es Marga Perera. Amanda Cuesta (Barcelona, 1974) Crítica de arte y comisaria vinculada a convocatorias de arte joven
Pintar en las calles: ¿daño a la propiedad privada o arte?
El arte del graffiti ha de suponer un cierto punto de gamberrada. Su potencia depende de pasarse las normativas por el forro y ocupar el espacio público connotando lugares especialmente anodinos. Sin ese ejercicio de transgresión se desactiva, se convierte en decoración, pintura mural al uso. Detrás de un graffiti hay una pulsión: la necesidad primaria de expresarse; algunos de los chicos que pintan sus tags madurarán y dejarán de hacerlo y otros evolucionarán y llegarán a encontrar su estilo. En el graffiti hay algo de reivindicación de las libertades personales, sobre todo en un espacio urbano tan normativizado como el actual.
¿Se podría seguir algún criterio para decidir qué pintadas deberían conservarse?
Lo bello o bonito es sin duda un valor estético, pero no puede ser el único criterio para considerar qué es una buena pintada. Sobre la consideración de que algunas pintadas degradan el paisaje urbano, diría que es una cuestión de gustos. Los tags, por ejemplo, son formas de marcar el territorio. En el espacio público hay un lugar para las marcas comerciales, para las institucionales… todos marcan su territorio, así que entiendo perfectamente el gesto de un chaval que deja su huella en la calle. Es una forma de expresión algo primaria, de acuerdo, pero una forma de auto-representación muy humana a fin de cuentas.
Ya hay galerías especializadas en graffiti ¿crees que si el graffiti entra en galerías, museos, subastas… y los graffiteros trabajan con encargos, se acaba con la filosofía del graffiti?
Lógicamente es una perversión de la naturaleza transgresora del graffiti. Es un arte que nació en el espacio público a partir de la urgencia de los artistas de barrio que no tenían lugar donde expresarse, o acceso a un circuito artístico. Como no tenían un lugar se lo tomaron. Lo que pasa es que el mercado acaba engulléndolo todo.
¿Crees que los grafiteros al tener su trabajo en la calle y a la vista juegan con ventaja respecto a los otros artistas que siguen los circuitos convencionales para dar a conocer su trabajo?


En el momento que un graffitero entra el circuito artístico y asume sus reglas tiene las mismas oportunidades que otro artista. Cuando Keith Haring pintaba en el metro se la estaba jugando, su actitud era antisistema. Fue arrestado en varias ocasiones por dañar la propiedad pública. Ese es un riesgo que no corre el artista en su taller. Algunos graffiteros sólo hacen tags, pero otros han tejido todo un estilo de vida entorno al graffiti, yendo de ciudad en ciudad, buscando espacios para pintar.

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